miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuando escribo te borro.



Tenía la mirada afilada como si con ella pudiera cortarme a
la mitad y justo después, con ella también, pudiera revivirme.
Y justo ahí pertenecía y esa pertenencia era lo que me anclaba a este mundo.
Ahí en su mirada, me hacia hasta deshacerme.
Y de tantas veces que me deshice empece a sentir mas vértigo que esperanza.

Y me revolcaba como el mar y tu volvías como las olas.
El cielo que no acababa y nuestras ganas de volar aunque no supiéramos cómo.
Impresionante la manera en que no pudimos esquivarnos.
Y estuve dispuesta a todo, a seguirte en todo camino, a arreglarme el corazón roto. Lo único que no hice fue amarrarme a tu destino.

Y cuando llego el momento te solté con tanta fuerza que también me quedé sin mí.
Y guardé tu nombre en el corazón del mundo y el mundo dentro de tu nombre
Y después de eso fuimos tan imposibles como inolvidables.

Sin embargo el tiempo a nosotros, los de siempre, nos volvió distintos.
Pero aun te reconozco en lo que escribo.
Queriendo quedarme cerca tuyo aunque la distancia se atraviese.
Esperando con los ojos abiertos para que no dejes de entrar y poder coincidirnos en los mismos desastres.
Para hacernos felices como en ese entonces, como podamos, mientras dure.

Y al final te espero como se espera a la muerte. Sin esperarte.
Y al final habrá luz. La de tus ojos, la de tu alma.
Y al final solo puedo decir, en mi defensa, que tenías una mirada inevitable, que fue más mía que tuya.

Aquí en final de este comienzo voy de la mano de tu fantasma.
Diciendo las mil formas de tu nombre.
Tratando de ganarte en el mundo y no perderme en el intento.
Rompiendo el hielo que nos tiene encerrados.
Y quién sabe quién pueda, como Dios, detener el tiempo,
y cambiar la historia de la historia y mover tu corazón hacia el mio.
Y así, sin darnos cuenta, lo que no importaba un día se vuelve importante
y nos volvemos otros y vemos el mundo parados desde otra orilla.
Porque todos tenemos múltiples versiones de uno mismo y a veces cuesta entender que somos todas
ellas y a la vez uno solo.

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